Que bueno seria en la era de la imagen sensibilizar nuestros oídos, cerrar nuestros párpados por unos segundos, ser capaces de captar el poder y la trascendencia que tiene el sonido sobre nuestros organismos, capaz de erizarnos los pelos hasta enfermarnos. De la misma manera hay que destacar a su antagonista y hermano el silencio, cada vez más escaso y reo de nuestro imparable accionar. Ya sonido de mi bicicleta se ha perdido, la buseta va a al ritmo de snoop dog, la cafetera cambio por el reggaeton y lo pájaros que solían despertarme volaron por culpa del pop, pop rosita.
Cierto es que la cultura se encuentra inmersa en el sonido, este es entonces un sentido de ubicación y de interpretación de los códigos de vida establecidos. No se puede simplemente sustituir y olvidar lo que aún es, un poco extremista parece en un principio recobrarlos en una grabación, pero parece un terreno favorable y en el cual nos movemos a gusto.
Poco a poco los nuevos géneros de música muestran su interés por la experimentación sonora y abandonar los estándares y estereotipos que a lo largo de muchos años han construido las compañías disqueras, sin decir que sea el fin de este tipo de consumismo es innegable los avances y el campo que ha ganado una elaboración más conceptual que pegajosa. Consecuencia de este fenómeno es un canal de comunicación mucho más efectivo, ya que no se canta por inercia sino se escucha con conciencia e interés, de ahí brotan emociones naturales provocadas por combinaciones intensas de sonidos.
Felipe Roa.
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